Antonio Sánchez (voz).
Pascual Giménez (selección de imágenes).
Antonio Moreno (edición).
El autor de este poema nos conduce de una forma magistral a través de estos versos por el sendero de un amor plagado de unos desencuentros tan dolorosos que lo han dejado descarnado y maltrecho, llegando a enloquecerlo.
La voz del poeta se muestra desgarrada pues se inicia el poema con una tensión punzante que irá incrementándose a lo largo del poema conforme van avanzando las enumeraciones de tragedias que está dispuesto a vivir una a una hasta que esa tensión alcanza el punto más alto, zarandeando así la conciencia del lector. Es en ese momento cuando el poeta recobra la cordura al darse cuenta de que está dispuesto a sufrir cualquier desgracia con tal de no dejar de quererla.
Que se me caigan los dientes,
que la lepra ponga huevos en mis ojos,
que miles de gusanos excaven túneles
desde mis heridas abiertas hasta mi corazón,
que un elefante ebrio cocee un muro de adobe
y éste se desplome sobre mí,
que una cobra loca se enrosque en mis genitales,
que un rayo incendie mi choza mientras duermo,
que los escarabajos de la pimienta
mastiquen mis oídos lentamente:
que me ocurra todo esto
si vuelvo a decirte que te amo,
si vuelvo a pensar en ti,
desagradecida y mentirosa,
torpe mujer de barro y nubes.
Te amo.
No puedo dejar de pensar en ti.
JESUS AGUADO (Sevilla, 1961)
Voces: José Simeón Carrasco, Antonio Sánchez y María Parra
Edición: Leonor Fernández Parra.
XXXIII
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta
XXXIV
diciendo: -«Buen caballero
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.
XXXV
«No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama gloriosa
acá dejáis,
(aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera);
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.
XXXVI
«El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.
XXXVII
«Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza,
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis.»
XXXVIII
[responde el Maestre]
-«No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.
XXXIX
[Oración]
Tú, que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona.»
XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(el cual la dio en el cielo13
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
déjonos harto consuelo
su memoria.
Extensa la costa exalta la ola
es profunda la tristeza
y es amarga la venganza.
Río amargo dentro de mí
es la sangre de tu herida
y más amargo que la sangre
es tu beso en la boca.
No sabes que es una fría
noche sin luna.
Ni sabes en qué momento
el dolor se apoderará de ti.
Río amargo dentro de mí
es la sangre de tu herida
y más amargo que la sangre
es tu beso en la boca.
Me parece que igual a los dioses aquel hombre es, el que sentado frente a ti, a tu lado, tu dulce voz escucha
y tu amorosa risa. En cambio, en mi pecho el corazón se estremece. Apenas te miro, la voz no viene más a mí,
la lengua se me inmoviliza, un delicado incendio corre bajo mi piel, no ven ya mis ojos y zumban mis oídos,
el sudor me cubre, un temblor se apodera de todo mi cuerpo y tan pálida como la hierba no muy lejana de la muerte me parece estar. . .
Pero todo debe soportarse si así es.
Nada es más dulce que el amor.
Aún la dicha ocupa el segundo lugar.
Aún la miel que escupo de
mi boca.
" Yo, Nosis, digo esto:
Si cualquier muchacha no ha sido besada
por el amor, ella no podrá saber
qué clase de flores son las rosas."
"La Eneida de Virgilio". Libro IV (Álvaro Ortiz Buitrago y Andrea Ramírez Candel de 1º Bachillerato)
En tanto la reina
de grave cuidado
abriga en sus venas
las heridas del amor
y se consume en oculto fuego.
Continuamente revuelve en su ánimo
el alto valor del héroe
y el lustre de su linaje
clavada lleva en el pecho su imagen,
sus palabras
y no consigue con tan honda inquietud
dar a sus miembros apacible sueño.
Ya recorría las tierras
con la luz de cebo la aurora siguiente
y había alejado el cielo la húmeda sombra
cuando se dirige fuera de sí a su hermana del alma:
" Ana, querida hermana,
¡qué ensueños me desvelan y me angustian!
¡Qué huésped tan extraordinario ha entrado en nuestra casa!
¡Qué prestancia la suya! ¡Qué fuerza en su pecho y en sus armas!
Ciertamente creo, y mi confianza no es vana, que es de dioses su raza..."
Nada es más dulce que el amor.
incluso la miel ocupa el segundo lugar
incluso la miel que escupo de mi boca.
Yo, Nosis, digo esto:
si una muchacha no ha sido besada por el amor
no podrá saber qué clase de flores son las rosas.
No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a ti y a mí, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos escollos.
Sé prudente, filtra el vino
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No te fíes del incierto mañana.
Vivamos, Lesbia mía
y amémosnos,
hagamos caso omiso
a todas las habladurías
de los ancianos
en exceso escrupulosos.
Los astros pueden ocultarse
y reaparecer,
pero nosotros tendremos que dormir
en noche perpetua
tan pronto como se apague
la breve llama de nuestra vida.
Dame mil besos
y después cien,
otros mil luego, luego otros cien.
Empieza de nuevo
hasta llegar a otros mil
y a otros cien.
Después, cuando hayamos acumulado
muchos miles, los revolveremos todos
para perder la cuenta
o para que ningún malvado envidioso
sea capaz de embrujarnos
cuando sepa
que nos hemos dado tantos besos.
¡Yo sería espejo,
para que sin parar me miraras!
¡Yo me convertiría en destino,
para que siempre me llevaras!
Agua quiero ser
para lavar tu piel,
¡Me volveré perfume, mujer,
para ungirte!
¡Hasta cinta de tu pecho,
perla para tu cuello
y sandalia llegaría a ser!
"Poesía para gorriones" de Juan Ramón Barat (presentación realizada por los alumnos de 1º de ESO D y E)
Si con algún adjetivo podríamos calificar la lectura de esta "Poesía para gorriones", sería el de "deliciosa" seguramente el más apropiado.
Pero deliciosa no solo para los niños, a los que va dirigido el libro, sino para cualquier amante de la poesía, de la buena poesía.
Porque esta obra está muy lejos de un infantilismo ñoño y artificioso, sino que es un derroche de imágenes, de recursos, de metáforas que tocan a la sensibilidad de cualquiera, tenga la edad que tenga.
La Naturaleza es el telón de fondo, el origen y el fin de los versos, y en ella el autor encuentra el mejor pretexto para derrochar su virtuosismo poético. Y así nos hace sentir el olor nupcial del azahar o nos invita a abrir el corazón de oro de un melón o nos presenta a la cebolla como esfera de vida cristalina o define a la cereza como corazón de miniatura o burbuja ensangrentada y así va convirtiendo en poesía , en bella poesía a flores, pájaros, frutos...de la naturaleza circundante.
Esta obra nos invita no solo a leerla, sino a releerla una y otra vez y por ello es un maravilloso entrenamiento para los niños que se inician en el complejo camino de la poesía, pues les acompañarán por el cielo con el grácil vuelo de los gorriones.
Nadie recuerda un invierno tan frío como éste.
Las calles de la ciudad son láminas de hielo. Las ramas de los árboles están envueltas en fundas de hielo. Las estrellas tan altas son destellos de hielo.
Helado está también mi corazón, pero no fue el invierno.
Mi amiga, mi dulce amiga, aquella que me amaba, me dice que ha dejado de quererme.
No recuerdo un invierno tan frío como éste.
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